martes, marzo 24, 2009
María tiene diez años y acaba de descubrir la letra "i". Sufre una discapacidad psíquica del 65 por ciento por un parto que se complicó. En el colegio no distingue la derecha y la izquierda pero no duda ni un segundo a lomos de "Muñeco" o de "Nena", dos de los caballos que "viven" en la cárcel La Moraleja de Dueñas (Palencia).
Entre muros y alambres ha crecido una experiencia terapéutica única en un centro penitenciario: equinoterapia impartida por reclusos voluntarios, expertos en caballos. La risa disimulada de cada paciente -dieciséis niños casi todos afectados de parálisis cerebral- es la mejor carta de presentación del proyecto. ABC pasó un sábado con ellos en un patio en el que es muy fácil olvidar que se está en una cárcel, con cuadras, animales y pinturas que evocan libertad, donde los reclusos se mezclan con los niños y los padres, con los abuelos y los funcionarios de prisiones.
Igual que Alberto, de cinco años, incapaz de mantenerse recto salvo cuando apoya su espalda en el pecho de Miguel -condenado a 25 años de prisión- y empieza a trotar sobre "Sevilla" o "Huracán". Alberto sufrió hipoxia por culpa de dos accidentadas vueltas de cordón umbilical enrolladas a su cuello. Su "profe" Miguel, que llegó a la cárcel con 19 años por una historia que le transforma la cara, lo abraza con ternura.
Faustino se alterna cada sábado con su mujer y una cuidadora para traer a su hijo Jorge, también de nueve años, a la terapia de Dueñas. Jorge nació prematuro y sufrió un derrame cerebral. El escepticismo está desterrado del vocabulario de estas familias. Carmen, la madre de Alberto, reconoce que la primera vez que vio a 500 presos juntos le impresionó pero entre los muros de La Moraleja se siente como en casa. No le interesa saber por qué cumplen condena Jaime, Miguel y José Ángel, alias "Cuqui", el tercero del equipo, que al día siguiente de nuestra visita va a pisar la calle por primera vez en diez años (le quedan otros cinco) para participar en una exhibición ecuestre. No es un permiso, es una salida acompañada, pero verá a su familia.
Igual que Alberto, de cinco años, incapaz de mantenerse recto salvo cuando apoya su espalda en el pecho de Miguel -condenado a 25 años de prisión- y empieza a trotar sobre "Sevilla" o "Huracán". Alberto sufrió hipoxia por culpa de dos accidentadas vueltas de cordón umbilical enrolladas a su cuello. Su "profe" Miguel, que llegó a la cárcel con 19 años por una historia que le transforma la cara, lo abraza con ternura.
Faustino se alterna cada sábado con su mujer y una cuidadora para traer a su hijo Jorge, también de nueve años, a la terapia de Dueñas. Jorge nació prematuro y sufrió un derrame cerebral. El escepticismo está desterrado del vocabulario de estas familias. Carmen, la madre de Alberto, reconoce que la primera vez que vio a 500 presos juntos le impresionó pero entre los muros de La Moraleja se siente como en casa. No le interesa saber por qué cumplen condena Jaime, Miguel y José Ángel, alias "Cuqui", el tercero del equipo, que al día siguiente de nuestra visita va a pisar la calle por primera vez en diez años (le quedan otros cinco) para participar en una exhibición ecuestre. No es un permiso, es una salida acompañada, pero verá a su familia.
"Ellos -en referencia a los niños- sí que son nuestra terapia. La única alegría
que tenemos", murmura José Ángel.
Para ambos montar a caballo es lo más parecido a un minuto de libertad. "Mc Giver" tenía que entrar a la fuerza en el grupo. Es el encargado de mantenimiento de Dueñas. Él levantó, con presos a su cargo, las cuadras donde de forma permanente hay cuatro o cinco caballos, todos regalados, unas joyas de animales sobre las que los niños cabalgan felices y relajados. Los tres presos suben y bajan a los pacientes, los llevan de un lado a otro, los abrazan con dulzura y sujetan sus cuerpecitos que se desmadejan al menor descuido. Tienen dos quinésicos de apoyo, un fisioterapeuta y un pedagogo. "La semana para mí va de sábado a sábado, es el único día que me siento vivo aquí dentro", confiesa Jaime. Álvaro lleva quince minutos con la sonrisa colgada dando vueltas a lomos de "Nena".
Fuente: ABC
Etiquetas: EQUINOTERAPIA
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